domingo, 18 de agosto de 2013

Reescribir la picaresca: sobre Rinconete y Cortadillo de Cervantes, de Luis Cano





Ficha técnica

Pedro Rincón José Luis Arias
Diego Cortado
Iván Moschner

Iluminación Ricardo Sica
Vestuario
Silvina Apfelmann
Tratamiento sonoro
Federico Marrale
Asesoramiento vocal
Patricia Douce
Colaboración artística
Tian Brass, Diego Starosta
Fotografía 
Eunice Rozkiewicz
Programa y calcomanías
Laura Rovito
Afiche y volantes
Marcos Murano
Prensa CCEBA Armando Camino
Producción CCEBA Almudena Javares Francisco
Director CCEBA
Ricardo Ramón Jarne
Producción TNC
Daniela Szlak
Asistencia TNC
Mónica Quevedo
Pre producción
Lucila Piffer
Producción ejecutiva
Brenda Howlin
Asistencia de dirección
Ayelén Duniec
Texto y dirección: 
Luis Cano
Teatro Nacional Cervantes


Rinconete y Cortadillo se estrenó en el marco de un ciclo de teatro semimontado, como homenaje por los cuatrocientos años de la publicación de las Novelas Ejemplares de Cervantes; en todos los casos, se ha realizado la transposición de las novelas a la escena. Además, cada dramaturgo reescribió el texto de Cervantes que eligió para montar.
Esta doble operación (transposición + reescritura) obtuvo como resultado piezas singulares, sin perder el sello del universo cervantino, que excede el límite del corpus de las Novelas Ejemplares.
¿Cómo no asociar los aventureros Rinconete y Cortadillo con algún pasaje o personaje de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, la novela que marcó el rumbo de la narrativa en lengua española? Caminos, rutas, pueblos, ciudades recorridos por este personaje, en los que pululaban seres marginales, siempre dispuestos al engaño, al robo y a la estafa: los pícaros, que dieron su nombre a un género literario que emergió en un momento y un espacio determinado (España, siglo XVII) y que se extendió a casi todas las literaturas europeas y latinoamericanas.
En la reescritura de Luis Cano, todos los personajes de la novela cervantina quedan concentrados en los dos protagonistas, un desafío que los actores José Luis Arias e Iván Moschner resuelven con gran plasticidad y eficacia. Sus cuerpos, sus voces, devienen en muchos otros, mediante una configuración espectacular en la que domina con firmeza la actuación por sobre cualquier otro elemento teatral. No es la única síntesis operada: los diferentes espacios recorridos, los objetos, los accesorios, los sonidos, también son recreados por obra y arte de la actuación, que funciona como una gran sinécdoque de la escena. Al mismo tiempo, construye nuevas y propias convenciones: ni los que asumen el rol de Rinconete y Cortadillo son adolescentes, ni visten pobremente. Ni hace falta, ya que los tópicos centrales de la picaresca en tanto género -el hambre, la marginalidad, el desamparo- atraviesan el mundo de la escena y nos afectan en tanto espectadores.
Unos cambios de colores en las luces, un breve corte musical, y estos inmensos actores nos transportan a un universo que sólo advertimos de soslayo, cuando transitamos por cualquier gran ciudad. La España del hace cuatro siglos se transporta a un barrio periférico de la ciudad de Buenos Aires actual. Los que duermen donde se puede, los que comen de salteado, los que roban para, apenas, sobrevivir. El mundo del hampa organizado, con sus jefes y sus "códigos", el sexo que se intercambia por una moneda. Todo está allí, en ese pequeño rectángulo de la escena. Los personajes corren, siempre van escapando, pero lo que dejan atrás es demasiado parecido a lo que vendrá.
Rinconete y Cortadillo, o Rincón y Cortado están atrapados por una realidad que convive e interactúa desde el margen con muchas otras. Por más vueltas que le den, no pueden atravesar las barreras sociales. Sus hábitos, su registro lingüístico, las marcas de su historia de exclusión siguen funciondo como trampas hacia las que van en línea recta a su perdición.
Si el personaje teatral se define por el lenguaje, los Rinconete y Cortadillo de Luis Cano horadan la superficie del lenguaje hasta llegar a sus vísceras, casi siempre vacías de alimento. Y el hambre no es sólo de comida.
Tránsito desde una novela ejemplar, cuyo fin era entretener al tiempo que advertir sobre los vicios y peligros, a un espectáculo que, más allá de indagar en las dolorosas zonas de la marginalidad contemporánea, nos ofrece una lección de teatro.


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