domingo, 26 de octubre de 2008

Heldenplatz (Plaza de los Héroes), por Liliana López


Ficha técnica: Heldenplatz (Plaza de los Héroes), de Thomas Bernhard. Traducción de Miguel Sáenz. Actúan: Azucena Lavin, José Ignacio Tambutti, Rita Cortese, Paula Ituriza, Juliana Muras, Pompeyo Audivert, Jimena Anganuzzi, Tina Serrano, Horacio Marassi. Pianista: José Ignacio Tambutti. Vestuario: Mirta Liñeiro. Escenografía: Norberto Laino. Dirección: Emilio García Wehbi. Espacio: Sala Casacuberta. Teatro San Martín.

La crisis de la representación aflora como problema en esta puesta en escena: en una sala oficial, con un texto del dramaturgo y narrador austríaco Thomas Bernhard, Emilio García Wehbi pone en funcionamiento una máquina de multiplicar sentidos. A través de citas que refieren a otras citas, para discutirlas, desambiguarlas o resemantizarlas, y de varios lenguajes artísticos, organiza una temporalidad escénica propia de la composición musical clásica, en tres movimientos sucesivos, que varían en el tempo y en la forma, manteniendo una relativa independencia entre ellos. Así pareció haberlo percibido el público, que aplaudía al finalizar cada movimiento, culminación indicada por la ejecución en piano de José Ignacio Tambutti.
La organización triádica incluye la variación en la forma, pero aquí, ya propiamente en el territorio teatral: comedia, tragicomedia, tragedia. El director sigue la concepción del autor del texto sobre la identificación entre la vida/historia y comedia/teatro, subsidiaria de una buena parte del pensamiento occidental (la estética barroca, el teatro isabelino, los románticos alemanes). Y aparece Marx, a su vez, citando (de memoria) a Hegel en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.” Aquí se sustituirá “farsa” por “comedia”, y todo este primer movimiento estará organizada en el tempo y la forma vivaz de la comedia, vertebrada por el extenso monólogo de la Sra. Zittel (Rita Cortese), que delata, provocando el humor, la divergencia entre las afirmaciones y las acciones del suicida, el Profesor Schuster.
El segundo movimiento posee el claroscuro de la tragicomedia, luces y sombras que se proyectan sobre el presente, a través de las referencias al racismo larvado en Austria. La tríada se cierra en tragedia, el drama del futuro que Bernhard denuncia, y que la puesta anticipa, exponiendo las fisuras: la pantalla abre una ventana a la Heldenplatz, exhibe a Hitler pronunciando un discurso, que, aunque asordinado, se percibe. Tanto como los ruidos de la Noche de los Cristales rotos. Así lo muestra la Sra. Schuster, enmudecida ante el horror, extraviada su razón. La tragedia se vislumbra a través de la actuación de Pompeyo Audivert, cuando, frente al micrófono (y aunque las palabras digan otra cosa, si es que todavía dicen algo), repite el gesto autoritario, deviene fanático. El cartel (brechtiano) que aparece al final, “Ceci nést pas une pipe” remite como cita a Magritte, y Foucault: la cuestión de la representación se despliega en una deriva sin fin.