jueves, 16 de febrero de 2012
Ojos verdes, de Amancay Espíndola. Dirección de Ana Alvarado
Actúan: Estela Garelli y María Zubiri
Dirección: Ana Alvarado
Arte en video: Silvia Maldini
Vestuario: Rosana Bárcena
Iluminación: Facundo Estol
Puesta tecnológica: Gabriel Gendin
Asistente de dirección: Guadalupe Lanusse
Espacio: Teatro El Extranjero. Valentín Gómez 3378
Las primeras sensaciones que despierta la escena son las de despojamiento y oclusión: un espacio escénico de pequeñas dimensiones, el fondo negro, un banco de madera, dos mujeres. Pero a poco tiempo de comenzar, el minimalismo va dejando paso a la infinita complejidad del mundo femenino. Lo mismo que sucede con la materialidad escénica, ocurre con la fábula: lo que comienza siendo un encuentro casual en una estación ferroviaria se abre a una multiplicidad de interpretaciones, de nudos que traman otras tantas redes de significancia. Un tren que se demora –no podemos dejar de asociar con la espera de Godot- instala a las mujeres en una zona de expectación atravesada por la incertidumbre.
Los diálogos y situaciones desbordan permanentemente el realismo y por momentos, el costumbrismo, en un delicado equilibrio que las actrices manejan con gran ductilidad. Siempre en escena, atrapadas en una estación de ficción, además se exponen en la cercanía respecto de los espectadores. Un riesgo actoral que sortean airosamente, mediante una actuación cargada de matices, tonos, gestos y miradas que sugieren un misterio que la palabra oculta, o revela sólo a medias.
El espacio sonoro amplifica la ambigüedad tanto como las proyecciones: casas que desaparecen, fugaces visiones de animales salvajes, imágenes informes, van construyendo un mundo paralelo al de la vida cotidiana. Los planos visuales y auditivos cobran autonomía, al mismo tiempo que tensionan el orden de la ficción, imponiendo su propia legalidad. Alcira (Estela Garelli) y Stella (María Zubiri) oscilan entre ambos universos, se aferran a los bordes por momentos, y en otros, se dejan llevar por una instancia que las supera, hasta esfumar sus identidades. Algo las une (la fascinación por unos ojos verdes) y algo las separa (¿el tiempo?, ¿el espacio? ¿ambos?)
El mundo poético creado por Amancay Espíndola es amplificado por la dirección de Ana Alvarado, construyendo con pericia y sutileza una zona que transita por los recovecos, los pliegues y laberintos de lo femenino.
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